Andan removiendo los huesos de D. MIGUEL de CERVANTES en la fosa común del convento de las Trinitarias con la esperanza de hallarlo incorrupto, pero solo han podido confirmar, que no es poco, que nada más quedan de él algunos restos confundidos en un osario compartido con su mujer. Y con otros extraños y anónimos muertos que han tenido al menos el honor de compartir nicho con nuestra mayor gloria de las letras.
En realidad Cervantes no ha sido el único de nuestros genios literarios o las artes, desaparecido y desatendido por un pueblo y por unos gobernantes entregados a la ignorancia de despreciar a nuestros más grandes maestros de la literatura o la pintura. Tenemos pues un grandísimo y, para nuestra desgracia, largo elenco de ilustres personajes desperdigados por fosas o enterramientos comunes perdidos para siempre anónimamente entre una multitud de huesos mezclados en unos casos en lugar sagrado, y en otros bajo la zahorra de alguna calle o plaza levantadas sobre los restos de alguna iglesia o cementerio, o en la inhóspita y bárbara fosa de una cuneta. Sin más monumento funerario que una modesta placa en la calle o en la plaza. Quevedo, Lope de Vega, Velázquez, Goya (su cabeza desaparecida), Lorca o el propio Cervantes, son ejemplo de la natural desidia de nuestro pueblo, cuando no de la barbarie cainita de nuestra ya larga historia de enfrentamientos y luchas fratricidas.
CÓMO SALVÓ CERVANTES UN DESAHUCIO
La azarosa vida del justamente celebrado autor de El Quijote sufrió todo tipo de peripecias y peligros en vida como es sabido. Pero ciertamente tampoco una vez muerto se salvó de asechanzas predestinadas al límite, incluso cuando ya muchos siglos después era objeto al menos del merecido reconocimiento universal de su ingenio.
Corría pues el otoño de 1932 y la Academia Española de Jurisprudencia de la que era emérito miembro y su presidente el entonces presidente de la recién estrenada segunda República, D. NICETO ALCALÁ ZAMORA, le emplazó encarecidamente para que hiciera gestiones acerca del gobierno que presidía AZAÑA, para impedir que se consumara el vergonzoso riesgo en que se hallaban las cenizas de los restos de CERVANTES de ser vendidas en pública subasta.
Afirma D. NICETO (que tenía por alías popular el jocoso apodo de "El Botas") en sus memorias que era seguro que los restos del celebrado autor de El Quijote se hallaban enterrados sin lugar a dudas en el patio del pequeño convento de las Trinitarias de la calle Lope de Vega de Madrid (en pleno barrio de Las Letras). Si bien no lograron jamás las investigaciones pacientes y eruditas diferenciar aquellas cenizas de otras distintas que allí mismo habían hallado también su último reposo.
Resultaba imposible según el entonces presidente de la República, separar las cenizas de CERVANTES de las demás contenidas en el osario común, con lo cual pasarían junto con el edificio del convento objeto de un embargo del Ministerio de Hacienda, a manos de algún usurero subastero y adinerado enemigo del régimen, y con él la propiedad también de los restos de D. MIGUEL.
D. NICETO creyó fácil el encargo tan de su gusto por otro lado, y aprovechando que presidía uno de los consejos del gobierno republicano, hizo un larga y barroca exposición de las suyas ante la atónita expectación de todos los ministros y de su presidente D. MANUEL AZAÑA. Trataba de hacerles ver a todos ellos del riesgo de la profanación por derribo o de la adjudicación del convento una vez desahuciadas las monjas a algún comprador extranjero, y con él también de los restos de nuestro genio del siglo de oro.
Pero asegura D. NICETO que contra lo que suponía, no consiguió hallar recepción favorable alguna en el gobierno a su urgente preocupación, sino más bien indiferencia cuando no contrariedad e incluso dura resistencia por parte de los ministros reunidos en consejo. Y es que el asunto confrontaba nada menos que con la propia Ley de Cultos y la renuencia del gobierno republicano a hacer una excepción con las madres trinitarias que al fin y al cabo se veían en aquel trance de desahucio, precisamente a causa de no tener recursos para pagar las contribuciones que el nuevo régimen republicano había impuesto a las congregaciones religiosas a resultas de dicha norma de cultos religiosos.
Afirma D. NICETO con toda su refinada y florida argumentación, tan probadamente leguleya toda ella por otra parte, que chocaba una y otra vez contra el laicismo gubernamental, alegando "El Botas" reproches contra aquella imperturbable actitud del gobierno refractario a salvar las cenizas de CERVANTES, y dispuestos a sacrificarlas en el nombre de la laicidad secular a la que se debían pues los indolentes miembros del gabinete. Hasta llegó a ponerles como ejemplo a Émile Combes, célebre anticlerical y primer ministro francés, que según D. NICETO no habría osado profanar las tumbas en sagrado de las glorias francesas de Bousset o Fenelon.
El gabinete era interpelado una y otra vez por D. NICETO, con ruegos y apelaciones dirigidas sobre todo a los ministros con pretensiones literarias o teatrales (que los había en aquel consejo). Pero nada los inmutaba. Tampoco servía su invocación al paisanaje de D. MANUEL AZAÑA cuya casa natal confronta en Alcalá de Henares con la del lugar de nacimiento del insigne D. MIGUEL en la calle de la Imagen. Pero nada de eso perturbaba en absoluto la hierática indiferencia del jefe del gobierno e incluso del gobierno en pleno.
Recibía el presidente de la República contraréplicas de los ministros en forma de proclamas del laicismo blindado de la constitución, a lo que refutaba él con profusas citas de los propios artículos constitucionales que emplazaban al gobierno a honrar el castellano y ha protegerlo por estar así mandatado en la propia carta magna, y declarado como el idioma oficial español.
Y cuando ya desesperaba sofocado D. NICETO, a punto de la renuncia por la insensible cerrazón de todo el gabinete, decepcionado y totalmente derrotado por el irreverente menosprecio del gobierno en pleno que no estaba dispuesto a evitar la venta del convento de las Trinitarias y con él las cenizas de CERVANTES, embargado por el Ministerio de Hacienda al no poder hacer frente a las contribuciones impuestas a resultas de la Ley de Cultos, encontró al fin el desconsolado e impotente presidente de la República, el solidario y valiente auxilio de uno de los miembros del consejo. Justo del que menos hubiera esperado D. NICETO conseguirlo pues era ateo e incluso masón, materialista en filosofía, hombre de negocios y nada soñador. Y además tenía por idioma materno no precisamente el castellano sino el catalán.
Obtuvo pues D. NICETO el compromiso firme del entonces ministro de Hacienda, Sr. CARNER, ministro catalán del gabinete nombrado por AZAÑA y militante de Esquerra de Republicana de Catalunya, quien le aseguró que él como ministro de Hacienda dejaba a los demás ministros hablar de laicismo cuanto quisieran, pero no consentiría que se realizara la subasta.
Y así fue en efecto cómo los restos de D. MIGUEL de CERVANTES, muchos siglos después de muerto, sirvieron al menos para impedir que el convento de las Trinitarias fuera subastado. Así es pues cómo CERVANTES (sus insignes cenizas) evitó el desahucio del célebre convento donde se hallan sus restos mortales. Y de paso cómo se salvó de milagro su segura desaparición a manos de algún usurero subastero de los de entonces.
***
No obstante lo cual no acabaron ahí los sobresaltos de los restos del autor de El Quijote en aquellos turbulentos tiempos. Pues algún tiempo después de librar su batalla contra el desahucio del convento, las Trinitarias, con los restos de CERVANTES dentro, estuvieron a punto de ser pasto de las llamas en aquellos enloquecidos y bochornosos años, donde una auténtica razia de energúmenos asaltaba conventos e iglesias en el centro de Madrid y tras el saqueo las quemaban. Las memorias de "El Botas" reproducen un diálogo tremendo con el entonces ministro de la Gobernación que ilustra perfectamente cómo se libró este convento en aquella ocasión de ser pasto de las llamas provocadas, tan presentes en la desgraciada y trágica peripecia de nuestro destino político colectivo más reciente.
La propia peripecia de los restos de D. MIGUEL que se libraron de milagro de aquellos peligrosos sucesos y su hallazgo actual, deberían de servir de gran lección también para las futuras generaciones. Porque como se dice, incluso los restos del glorioso escritor han tenido que defenderse a su pesar de la ignominia y abandono secular de sus gobernantes, así como de la barbarie de sus gentes cuando son pasto del virus inoculado del sectario odio de la política inclemente. Solo una humilde congregación de monjas puedo dar cobijo mal que bien, a la más grande gloria de nuestras letras.
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